Estudio reveló que cada uruguayo tiene al menos un bisabuelo indígena, pero lo desconoce
En este año, 2021, se cumplen 190 años de lo que fue el comienzo del exterminio indígena en territorio nacional, en un proceso que dio inicio el 11 de abril de 1831 y se extendió hasta 1932 con la muerte de Bernabé Rivera.
A su retorno de las Misiones Orientales, Fructuoso Rivera había intentado asentar en Bella Unión, en ese entonces llamada Santa Rosa, a una parte de los grupos que lo habían acompañado en esa campaña. En febrero de 1830, el propio Juan Antonio Lavalleja recomendó a Rivera adoptar las providencias, más activas y eficaces, para la seguridad de los vecindarios y la garantía de las propiedades afectadas por los charrúas, a los que consideraba «malvados que no conocen freno alguno que los contenga» y que no podían dejarse «librados a sus inclinaciones naturales».
La decisión de poner fin a esos grupos charrúas habría quedado así a cargo de Rivera, que había establecido buenas relaciones con algunos caciques en la época de los combates contra los diversos ocupantes del territorio y también gozaba de popularidad y adhesión entre los indígenas. Desde su posición de presidente, Rivera convocó a los principales caciques charrúas, Venado, Polidoro, Rondeau y Juan Pedro, junto con sus mujeres y niños, a una reunión a realizarse en potrero formado por el arroyo Salsipuedes, señalándoles que el Ejército los necesitaba para cuidar las fronteras del Estado.
Según los relatos históricos, el 11 de abril de 1831 asistieron a la reunión varios centenares de indios, que fueron agasajados ofreciéndoles bebidas alcohólicas en abundancia. En determinado momento, un santo y seña de Fructuoso Rivera habría dado inicio al ataque. Inmediatamente fueron rodeados por una tropa de 1200 soldados al mando de Bernabé Rivera. Según la historiografía oficial, basada en el informe de Rivera, el saldo fue de 40 indígenas muertos y 300 prisioneros, al tiempo que entre las tropas, hubo 9 heridos y 1 muerto.
Los indígenas prisioneros fueron trasladados a pie hasta Montevideo. La mayor parte de ellos, fundamentalmente mujeres y niños, quedaron a cargo de familias de Montevideo donde sirvieron como esclavos. Cuatro de los sobrevivientes, Vaimaca Pirú, Tacuabé, Senaqué y Guyunusa, fueron entregados a un francés llamado François De Curel, quien los trasladó a París donde fueron exhibidos como ejemplares exóticos de América. Todos ellos murieron en cautiverio, a excepción de Laureano Tacuabé que logró huir con la hija de Guyunusa nacida en Francia, no contándose desde entonces con más registros de su paradero.
Sin embargo, la persecución no se agotó Salsipuedes. Bernabé Rivera tuvo un especial empeño en localizar a los que lograron escapar, por lo que fue enviado por el Presidente en la búsqueda de aquellos que habían logrado huir
Fue así que el 17 de agosto de 1831, Bernabé Rivera sorprendió, en Mataojo, cerca de la desembocadura del río Arape, a otros grupos comandados por los caciques El Adivino y Juan Pedro y los atacó, saldándose el episodio con 15 muertos y más de 80 prisioneros, escapándose unos 18 adolescentes y niños de entre 7 y 12 años, así como también un grupo de mujeres.
A principios de 1832 hubo una sublevación de indios guaraníes en Santa Rosa y Bernabé marchó a reprimirla, pero, en la tarea de perseguir a los fugitivos, el 20 de junio de 1832 dio con un grupo de 16 charrúas, aparentemente comandados por el cacique Polidoro, que emprendieron la fuga. Bernabé los persiguió, con 24 combatientes hasta la hondonada de Yacaré-Cururú, desoyendo las advertencias de un baqueano, que lo alertó del peligro de estar siendo atraídos a una emboscada. Cuando estaba en la parte central de la misma, los indios atacaron, matando a varios oficiales y soldados. Bernabé fue golpeado por unas boleadoras en la espalda, cayó de su caballo y, antes de que pudiera montar en ancas de uno de sus hombres, fue alcanzado y capturado.
En las últimas décadas, ha habido un interés particular por rescatar los orígenes en la población y han sido numerosos los estudios que se han realizado al respecto. Investigaciones, algunas de aficionados, y otras de científicos, como en el caso de Mónica Sans

Un estudio de Sans, titulado “Filogeografía de cromosomas ‘Y’ para la comprensión del origen y relaciones de los indígenas del Uruguay y sus descendientes”, fue el premiado en la 12ª edición del Premio Nacional L’Oréal-Unesco por las Mujeres en la Ciencia.
En su investigación, se revela que uno de cada tres uruguayos tiene ascendencia indígena por línea materna.
Mónica Sans responsable del Departamento de Antropología Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República (Udelar, conformó un equipo, que, entre sus trabajos de investigación, a partir del análisis de la herencia materna por ADN mitocondrial han determinado que al menos el 34% de la población tiene ancestros indígenas, cifra que deja por tierra la creencia generalizada de nuestra descendencia europea exclusiva.
En excavaciones en la base de uno de los cerritos de indios en Rocha encontraron restos de una indígena que databan de 1610 años atrás, en los que detectaron una mutación mitocondrial particular no vista antes. Fue así que al analizar el ADN mitocondrial de 10 uruguayos vivos en los que se había comprobado la descendencia indígena, se encontró la misma mutación genética. Añadió que esta mutación no se ha encontrado hasta hoy en análisis similares ni en Argentina ni en Brasil.
Los porcentajes más altos se encuentran en Tacuarembó y Bella Unión, con hasta un 64%, de ascendencia indígena.
La Dra. Sans explicó que «Por ahora no llegamos a diferenciar las etnias. En el caso de Bella Unión hay secuencias (de ADN) de etnias amazónicas como las guaraní y también de origen pámpido que estarían relacionadas con etnias como la charrúa».
En Uruguay, desde el año 2005, existe el Consejo de la Nación Charrúa, CONACHA, que tiene como uno de sus principales objetivos, que el Estado reconozca la existencia de población indígena en el país y que se ratifique el convenio 169 de la OIT, que regula materias relacionadas con la costumbre y el derecho de los pueblos indígenas a mantener y fortalecer sus culturas, formas de vida e instituciones propias, así como su derecho a participar de manera efectiva en las decisiones que les afectan. Hasta el momento, Uruguay y Las Guyanas son los únicos países de Latinoamérica que no ratificaron aún el convenio 169 de la OIT.

Según la investigación sobre la ascendencia indígena de la población uruguaya, en promedio, cada uruguayo tiene un bisabuelo indígena. Por la línea materna, el estudio registra un 34% de la población hay ancestralidad indígena. En el censo, sin embargo, solo un 4,9 % dijo tenerlas, por lo que se presume un alto desconocimiento de las raíces genéticas en gran parte de la sociedad.