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El mundo al revés: el gobierno toma medidas que generan pérdida de empleo y se vanagloria del aumento de la ayuda social. Esta semana el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, elevó su informe escrito al Senado respondiendo diferentes interrogantes planteados por los legisladores.

Entre las medidas de asistencia social y productiva, subrayó la extensión y ampliación del Programa de Recuperación Productiva (REPRO) a los sectores críticos y al sector salud, incorporando también a los monotributistas y autónomos del sector gastronómico.
En abril, dijo Cafiero, esta asistencia alcanzó a más de 13.000 empresas y 330.000 trabajadores con una inversión de más de $5.000 millones. Además, el Jefe de Gabinete aseveró que en mayo se incrementó el monto del salario complementario para los sectores críticos y de salud (de $18.000 a $22.000 por trabajador) y se eximió del pago de contribuciones patronales a empresas de sectores críticos. En simultáneo, se profundizaron y fortalecieron programas sociales ya existentes. En ese sentido, se extendió el alcance de Potenciar Trabajo y Progresar.

En el último mes, se amplió un 60% el universo de la Tarjeta Alimentar, que pasó de 1,6 millones de niños a cerca de 4,2 millones. Además se otorgó un bono extraordinario a jubilados en abril y mayo y se extendió el Plan 1.000 días.
Ronald Reagan acuñó una frase que debería figurar en cada uno de los despachos de los ministros y desde ya en el del propio Presidente de la Nación: “Deberíamos medir el éxito del Estado del Bienestar en función de cuántas personas abandonan los programas de asistencia social, no en función de cuántas se incorporan a ellas”. Hoy en la Argentina no hay ministro que no se vanaglorie del aumento de la asistencia social. Todo al revés. Debería tomarse como éxito de una gestión la cantidad de empleo generado y la reducción de los planes sociales.

Obviamente se debe brindar asistencia hoy por cuanto ocurre con el COVID-19. Pero no todo es culpa del COVID-19 en cuanto a la debacle económica en 2020 de 10% y la inflación de 36%. La pandemia gatilló una caída del PBI en todo el planeta pero en la Argentina se la potenció con errores y horrores en la política sanitaria y económica. Se insiste en financiar el gasto público con emisión, lo que a los pocos meses se traslada a un incremento de la inflación. Se prohíben los despidos y las empresas dejan de contratar personal. Se ponen precios máximos y las empresas dejan de invertir. Se prohíben transferencias de utilidades al exterior y las multinacionales buscan salir del país. Se prohíbe exportar carne y cierran frigoríficos y aumentan los precios. Se ponen controles a los alquileres y suben también de precio. Se destruyen puestos de trabajo, aumentan los planes sociales y Alberto Fernández lo considera un logro de la gestión. “El Estado Presente” dicen cuando en realidad es la “Pobreza Presente”.

El presidente Reagan denunció en los años 80 el sistema de bienestar de los EE.UU. culpándolo de empeorar el problema de la pobreza en lugar de mejorarlo. “Estamos en peligro de crear una cultura permanente de pobreza tan ineludible como cualquier cadena o vínculo; una segunda y separada América, una América de sueños perdidos y vidas atrofiadas”. Agregaba que «la ironía es que los programas de asistencia social equivocados instituidos en nombre de la compasión en realidad han ayudado a convertir un problema cada vez menor en una tragedia nacional». Lyndon B. Johnson en 1964 lanzó la “Guerra a la Pobreza” en Estados Unidos. Reagan tomó las medidas para ir ganando esa guerra. En la Argentina, el Reino del Revés, la logíca es la inversa: “destruyamos puestos de trabajo y aumentos los planes sociales”. La pobreza es la gran triunfadora.