Si habrá que respetar y entender el trabajo de la gente de la salud en esta pandemia. En un bar de un «pueblo casi de campaña» se detectó un foco de Covid, tras darle positivo al «Cantinero Loco», el dueño del comercio que funcionaba con la asistencia de varios parroquianos. Tras tomar conocimiento de la situación, la referente de la salud de la localidad de unos 3 mil habitantes, pidió al positivo una lista de sus contactos a efector de realizar el seguimiento, ubicarlos y comunicarles la situación.
Diario EL ESTE pudo acceder a la lista en cuestión y en la misma se puede ver a las claras la idiosincrasia de nuestros pueblos del interior profundo.
Para peor, la citada referente de la salud no está radicada en el pueblo sino que desde hace relativamente poco tiempo y justamente por la pandemia, debe viajar todos los días, por lo que no está muy familiarizada con sus habitantes.
La lista estaba conformada por unos 12 visitantes asiduos al citado bar y de acuerdo a lo informado por el «Cantinero Loco», los habitués que habían estado en los últimos dias, fueron entre otros: el «Zorrito Chico, el Sapito González, el Guapo Rodríguez, el Muñeco, el Caldera, el Rengo Bustamante, el Hueso Pereira, el Tiburón Grande y el Mojarra de Doña Tota.
Capítulo aparte, fue además conseguir la dirección de cada uno de ellos, donde figura que «el Zorrito Chico vive frente al Boliche de Esquivel, el Muñeco, si no está en el bar, está en el ranchito de doña Tota, la madre del Mojarra; el Rengo Bustamante seguramente lo encuentra en el taller de bicicletas del Panadero Pereira y el Tiburón Grande, si no está en el tambo, puede andar cazando chanchos o pescando en la Laguna Asombrada un poco pa bajo del rancherío e Giménez»
Realmente, parece sacado de la imaginación de algún escritor y puede causar hilaridad en muchos lectores, cosa que por otra parte y sin olvidar lo terrible de todo esto; no vendría mal que también nos saque una sonrisa en estos tiempos tan difíciles.
El asunto es que la funcionaria de la salud trató de iniciar por si misma el seguimiento correspondiente y se dio cuanta «que para cuando yo terminara, ya iba a tener medio pueblo contagiado, así que recurrí a un Policía nacido y criado en el lugar y en cuestión de media hora, en la moto del agente del orden y con la lista de direcciones en mano pudimos visitarlos y quedaron todos avisados y cumpliendo con los protocolos establecidos; no sin antes pedirle al Policía hasta 15 días de calabozo, como mínimo, pal Cantinero Loco por haberlos contagiado, justamente a nosotros, que tanto nos cuidamos»
Obviamente, hemos cambiado los apellidos para respetar la privacidad de los protagonistas, pero conste que es real.
Lo del principio, como no respetar a quienes están en primera línea y muchas veces con muy pocos medios pero con toda la voluntad, pese a estas situaciones cumplen con su deber!
Gracias a quien nos acercó esta historia, que nos pareció una cara diferente aunque bastante común en esta pandemia y que nos pinta las vivencias y las costumbres de nuestros queridos pueblos del interior profundo, donde la vida es lenta y puede parecer a veces hasta aburrida, pero tiene ese toque especial que solamente quien lo vivió lo puede entender. Y felizmente, somos muchos los que en algún momento vivimos esas situaciones de pueblos chicos en territorio y numero de habitantes, pero enormes de corazón…