El primer ministro Naftali Bennett diseñó un plan para evitar que el COVID-19 vuelva a fortalecerse en el país, tanto para el mandatario como para la opinión pública, la pandemia había terminado, el virus había sido controlado por la exitosa campaña de vacunación de Israel.
Sin embargo, a mediados de junio empezaron nuevamente a subir los contagios producto de la variante Delta, que entró al país por israelíes que regresaron del extranjero. Un gran porcentaje de los infectados fueron niños.
En ese sentido, Bennett decidió no imponer medidas estrictas. “Vacunas en lugar de encierros”, apuntó. Además aseguró que, “sabemos que la vacuna funciona”. Efectivamente, hay cientos de nuevos casos diarios, pero no aumentan las estadísticas de hospitalizaciones y muertes.
Por otro lado, hay dos aspectos que preocupan al Gobierno y son, los adolescentes no vacunados y los viajeros internacionales. Hasta junio, los niños de
entre 12 y 15 años no podían vacunarse. Cuando se levantó esa prohibición, un número importante de padres, que también habían sido vacunados, manifestaron que estaban dispuestos a permitir que sus hijos se recibieran la dosis.
Al tiempo que, si la población infantil siga sin vacunarse, será casi imposible reanudar la escolarización normal, ya que los profesores y el personal de las escuelas no quieren exponerse a niños no vacunados.
Bennett, padre de cuatro hijos pequeños, envió un mensaje destinado a esa franja de la población con el fin de persuadirlos a que se adhieran al plan de vacunación, “se lo mucho que queréis relajaros este verano”, dice a los adolescentes, “no queremos imponer restricciones a las fiestas, a los viajes, ni a nada, hablen con sus padres y acudan a vacunarse”, finalizó.