Por Mateo García
La doble vara, la doble moral y las constantes contradicciones son moneda corriente en el pensamiento político y en las noticias.
El repudio a un acto que hace el Partido contrario, el aplauso o el mirar para el costado cuando el propio Partido hace lo mismo.
Celebrar las buenas acciones o proyectos cuando es del propio Partido, encontrarle el pelo al huevo o tirarle todo para atrás cuando las mismas buenas acciones las hace el Partido contrario.
Lo vemos a diario cuando por ejemplo se critica la fuerte represión policial en Colombia y Chile y no se critica la represión en Venezuela, o recientemente, en Cuba y Nicaragua.
Cuando se exige a rajatabla la renuncia de un político cuando comete un delito, pero se defiende o se queda en silencio cuando un político del propio Partido comete un delito.
Cuando se critica profundamente a movimientos fascistas como el nazismo, pero se defiende el ideario totalitario del comunismo, siendo que ambos movimientos fueron genocidas.
Cuando se toman diferentes criterios para decir en qué país hay dictadura y en cual no, dependiendo de si el Gobierno dictatorial es de izquierda o de derecha. Se puede apreciar perfectamente en el silencio total o contradicciones recientes por los hechos ocurridos en Cuba, el cual está reprimiendo a su pueblo. Si el gobierno de Cuba fuera de derecha, ¿no serían los primeros en condenar la represión y la dictadura?.
El sesgo ideológico, el fanatismo, corrompe y cega. En política se debe juzgar y actuar con racionalidad y no con amiguismo o cercanía partidaria, sino se termina en la doble moral, en el “yo hice esto, pero tu hiciste aquello”, en el “sí lo hizo este Partido está mal pero como lo hace este Partido está bien”.
Esta doble moral es la verdadera grieta. Ver primero de qué Partido es, si es de izquierda o derecha, blanco o negro sin matices y recién después de ver cómo juzgar y criticar.
Esa es la doble vara política, cuando haciendo lo mismo se critica distinto, según convenga.