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La Historia no lo absolverá

Por Rodrigo Tisnés
No me entristece la muerte de Gavazzo. Estaría mintiendo si dijera otra cosa.
Pero tampoco me alegra ni la celebro. Sería absurdo. Primero porque es parte del proceso natural: un tipo que tenía 81 años y problemas de salud, era lógico que no le quedaba demasiado por delante. Pero más importante que eso, es que detrás de su tenebrosa figura queda una familia que tiene el derecho a velarlo, llorarlo, despedirlo.
Y a nosotros, aun los que estamos en veredas diametralmente opuestas a las que él transitó, nos queda respetar el dolor de esos familiares.
Hacer otra cosa hubiese sido ser un alma podrida, una mezquindad propia de lo que en vida fueron el propio Gavazzo y todos la larga lista de cómplices y encubridores que por 12 años se dedicaron a secuestrar, encarcelar, torturar y desaparecer personas. A esto debe sumarse, casi con toda seguridad, delitos cometidos contra la propiedad: apropiaciones, robos y sustracciones de bienes materiales y dinero de quienes fueron sus víctimas.
Entonces, aunque su figura resulte repugnante al punto de provocar arcadas, respetar el dolor de quienes legítimamente lo lloran porque perdieron un padre, un abuelo, un hermano o un tío, es ser mucho mejores de lo que él fue en vida. Es tener la empatía que él fue incapaz de demostrar con Luisa Cuesta y con todas las madres, padres, hermanos, abuelos, e hijos de los casi 192 uruguayos que continúan desaparecidos al día de hoy, ni de los 5 cuyos restos pudieron ser descubiertos e identificados. Por cierto, no gracias a él.
Como dice el dicho: ‘’lo cortés no quita lo valiente’’.
Porque si hay algo claro es que Gavazzo fue un cobarde, ruin y miserable. ‘’Valiente’’ solamente contra personas indefensas. Como suelen serlo los tiranos: son prepotentes y violentos con los indefensos, los maniatados, los encapuchados.
Pero tampoco podemos caer en el facilismo de creer que Gavazzo y los demás militares torturadores fueron un grupo de oficiales que actuaban por su cuenta a escondidas de sus mandos, ni mucho menos que fueron demonios encarnados en personas.
Nada que ver. Los Gavazzo y compañía fueron posibles, sólo porque hubo un sistema de premios y recompensas, de incentivos, de adoctrinamiento, que los hizo ver a sus ‘’enemigos’’ a personas que tenían presas e indefensas, como seres a los que debían exterminar, que su misión consistía en ‘’erradicar’’ para purificar a la ‘’Nación’’.
Los conceptos de ‘’nación’’ y ‘’patria’’ deben ser dos de los más bastardeados a lo largo de los últimos 200 años. En nombre de la nación y la patria se han cometido algunos de los crímenes más abyectos y aberrantes del Siglo XX: el genocidio armenio, el Holocausto del pueblo judío, las limpiezas étnicas en Ruanda y la exYugoslavia, el martirologio de millones de rusos durante el stalinismo, y por supuesto, los de la mayoría de las dictaduras Latinoamericanas desde el sur de México hasta la Patagonia.
Para quienes no creemos en la ‘’Justicia Divina’’, afortunadamente, aunque demoró, a Gavazzo y muchos de sus cómplices les llegó el momento de rendir cuentas ante la Justicia humana, que es que tenemos y nos podemos dar para, mínimamente, convivir en sociedad. Y fue esta Justicia la que lo encontró culpable de cometer los delitos de tortura, homicidio y desaparición forzada de personas.
En 1953 la frase ‘’la historia me absolverá’’ se hizo famosa, al ser pronunciada –según se cuenta- por Fidel Castro, cuando estaba siendo enjuiciado por la dictadura de Batista, luego del fallido asalto al cuartel de Moncada.
Pues bien, en el caso de Gavazzo estoy seguro de que, además de haber sido condenado por la Justicia, como a todos los criminales de su calaña, también le espera la condena de la Historia.