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¿La luz al final del túnel?

Por Marcelo Villar

Finalmente desde la Secretaría Nacional de Deportes, se autorizó a partir del 5 de julio la vuelta a la práctica de deportes en formato de competencias respetando los protocolos ya establecidos.

Pero si pensamos que esta disposición resuelve los problemas que arrastra el sector desde hace muchísimos años estamos totalmente equivocados.

Si tomamos como referencia los últimos 16 meses a partir del 13 de marzo de 2020, sin dudas los clubes deportivos hemos sido junto a la industria del entretenimiento y eventos, los sectores más afectados desde lo económico por el Covid 19.

Apenas pudimos trabajar 7 meses y debimos permanecer cerrados 9 meses. Realmente ha sido un parto.

Debimos cumplir a rajatabla decretos que prohibían nuestra actividad, basados en la emergencia sanitaria.

Por supuesto que somos totalmente conscientes del impacto que genera la actividad deportiva practicada de forma multitudinaria. En nuestro caso con más de 3 mil socios, debimos ser completamente responsables y cumplir con las medidas que establecían la prohibición de la actividad.

Sin embargo la pandemia pegó duro. Decenas y decenas de pequeños clubes y gimnasios debieron bajar la cortina; cientos de profesores de educación física, entrenadoras, personal trainers y profesionales del deporte enfrentaron una durísima realidad sin poder trabajar y en muchísimos casos sin derecho a seguros de desempleo por la alta tasa de informalidad en el sector. Incluso en la primea ola de la pandemia, el sector deportivo quedó fuera de los planes económicos de contingencia que se elaboraron y aplicaron para diversos sectores productivos.

Los motivos y circunstancias por las cuales el sector deportivo quedó relegado en una primera instancia son varios. Es una realidad que esta pandemia puso en jaque la economía a escala global y nuestro país no puede escapar de esa realidad. Somos conscientes de los esfuerzos que se han hecho desde todos los niveles del estado (gobierno y oposición) para encontrar los caminos menos nocivos para salir del brete económico que nos marcó esta nueva realidad. Pero sin embargo hay algo relacionado a nuestro sector de actividad que esta pandemia desnudó; en Uruguay no hay una política de estado referida al deporte.

Una estrategia trazada en el tiempo que no quede subordinada a los vaivenes del poder de turno. Obviamente que cada vez que hay un cambio en el gobierno, es normal que cambien las autoridades. Normalmente éstas llegan con nuevas ideas y afán de aplicar un plan de gobierno. Sin embargo en esas buenas intenciones, radica uno de los problemas de no tener un Proyecto Nacional de Deporte como política de estado. Un supra plan que sea el hilo conductor y marque el norte del sector.

Quizás muchas veces se minimiza el impacto económico, social y sanitario de la práctica deportiva. No se lo visibiliza como a una industria y no se lo tiene en cuenta a la hora de las grandes decisiones.

Pero debemos tener en cuenta que según cifras oficiales más del 53% de los uruguayos practican algún tipo de deporte o actividad física. Además 55 federaciones nuclean 236 mil deportistas que practican de manera competitiva algún deporte.

Sin dudas el impacto que causa el deporte en nuestra sociedad es suficiente para que el sector sea tomado en cuenta de otra forma.

Deporte no es solo ocio o hobby. Deporte es salud, mental, emocional y física.

Los gestores de deporte muchas veces sentimos que cuando los gobiernos de turno elaboran y aprueban el Presupuesto Nacional que refleja las políticas públicas que se llevarán adelante en un quinquenio, el deporte siempre queda en un segundo plano. Nunca es una prioridad.

Sin contar lo extremadamente difícil que es poder acceder a créditos o sistemas de financiamiento desde lo público o lo privado, debido a un entramado burocrático y de requisitos que hace casi imposible a los y las emprendedoras y gestores de deporte alcanzar un crecimiento sustentable en el tiempo.

Cuantas veces nos encontramos con un NO rotundo de los bancos, al presentar propuestas de financiación para proyectos deportivos. Muchas veces incluso por montos muy inferiores a los cuales los bancos acceden a financiar cuando el ramo de actividad o el giro de la empresa es otro que no sea deporte.

Está todo relacionado.

Al deporte no se lo considera realmente una industria o servicio. No se tiene en cuenta el impacto que genera desde todo punto de vista y es por eso que quienes nos desempeñamos en este sector, la mayoría de las veces cuando queremos crecer, invertir para mejorar servicio, generar nueva infraestructura o simplemente acceder a capital para poder

Sobrellevar una situación de pandemia y no tener que bajar la cortina; terminamos accediendo a créditos personales con tasas altísimas o a prestamistas que aprovechando la necesidad llegan a la usura.

Hasta que todas y todos los trabajadores, emprendedores, profesionales, gestores del sector deporte no nos sentemos en una mesa de diálogo y busquemos un camino común; difícilmente podamos presionar más arriba para cambiar nuestra realidad y lograr por fin una Proyecto Nacional de Deporte.