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Máster en gerontología afirma que la cuarentena ha condenado a los adultos mayores a convertir sus casas en cárceles de las cuales no pueden salir por miedo a morirse - Diario El Este

Máster en gerontología afirma que la cuarentena ha condenado a los adultos mayores a convertir sus casas en cárceles de las cuales no pueden salir por miedo a morirse

“La discriminación a la tercera edad es comparable con la segregación por orientación sexual, raza o género” afirma el Dr. Félix Nallim

El profesional, asegura que si bien la población mundial ha envejecido, lo ha hecho en simultáneo con un descrédito por esa franja etaria que provoca singulares daños emocionales en estas personas.

“El siglo XXI es el siglo de los viejos; todos, en todo el mundo vamos a vivir más, aunque esto no quiere decir que vayamos a vivir mejor” señala el geriatra.

Los datos que maneja la academia, con proyecciones internacionales, indica un crecimiento exponencial de las expectativas de vida de la población. “Los gerontólogos tenemos un gran desafío; que consiste, fundamentalmente, en darle calidad de vida a los años, y no años a la vida. Ahí existe una responsabilidad fundamental, hoy, con todas las herramientas que tenemos, para lograr que las personas vivan más tiempo, pero que lleguen sin desventajas; es decir, que los médicos no seamos fabricantes de personas con discapacidad en la última etapa de la vida. El mundo está experimentando una transformación demográfica sin precedentes y de aquí al 2050, el número de personas de más de 60 años, aumentará de 600 millones a casi 2 millones y se prevé que el porcentaje de personas aún mayores a esa edad, se duplique, pasando de un 10 a un 25 por ciento. Por lo tanto, es muy importante que los gobiernos de turno, tomen conciencia de cuál será la problemática que se les va a plantear a corto plazo. Ese incremento siempre es más rápido en los países en desarrollo donde se proyecta que la población de edad, se multiplique por cuatro en los próximos cincuenta años, con el agravante que los países en vía de desarrollo, no están preparados para albergar semejante cantidad de personas de la tercera edad; no poseen infraestructura, ni capacidades sanitarias, ni acciones de bienestar social que puedan contener, de alguna manera, esa franja etaria” sentenció el profesional.

Según establece el Dr. Nallim, se habrá de superar tan ampliamente la expectativa de vida, que los nacidos en este siglo podrán vivir hasta 100 años. “La esperanza de vida se entiende como el promedio de años que vive una determinada población nacida en el mismo año, y siempre se toma, con respecto a las mujeres porque tienen, naturalmente una esperanza de vida mayor que la de los hombres. Una niña que ha nacido en el siglo XXI, tiene una esperanza de vida de 100 años si no se modifican los patrones de mortalidad y de nacimientos. Es posible, entonces que en el transcurso de ese siglo, si no tiene ningún tropiezo, va a superar los 100 años. Mientras que los varones, difícilmente lleguemos a alcanzar esa longevidad. Japón  es la Nación con población más envejecida del mundo. La OMS estima que una sociedad que tiene más del 7 por ciento de personas de 65 años de edad, es una población envejecida, y cuando el porcentaje de mayores de 65, va de cero a cuatro por ciento es una población joven.

Debido a esto, el geriatra indica que “ya se ha introducido un nuevo concepto que es el de Nación envejecida; cuando la población mayor de 65 años, supera el 14 por ciento. Por supuesto que los países de Europa o América del Norte, países desarrollados, son ya, naciones envejecidas. Este proceso de envejecimiento se produce porque hay una caída sostenida de la natalidad, un enlentecimiento de la mortalidad y hay un efecto de las inmigraciones internacionales.  En este año, por primera vez en la historia del mundo, las personas mayores de 60 años han superado en número, a los niños menores de 5 años. Para el año 2050, habrá más del doble de sexagenarios que niños menores de 5 años. Así mismo, para ese año, las personas de 60 años o más, superarán en número a los adolescentes y a los jóvenes, de edades comprendidas entre los 15 y 24 años.  En América Latina, en el año 1950 la población menor de 15 años representaba un 40 por ciento, y en el año 2100, sólo representarán un 15 por ciento. Imagínense el envejecimiento poblacional que tendrá el mundo en menos de 80 años. Estos son datos brindados por la Cepal.

Uno de los datos que contraviene las creencias, establece que nacen más varones que niñas, aunque a partir de determinada edad, el sexo femenino los sobrevive pasando a liderar en número poblacional

“El índice de masculinidad se establece en comparación de nacimientos entre hombres y mujeres. Estos primeros nacen en mayor número, y hasta los 20 años de vida, esto se mantiene, pero a partir de esa edad, comienza un lento aumento del sexo femenino sobre los varones. Alrededor de los 80 y 84 años, tenemos 55 varones por cada 100 mujeres; lo cual aumenta en personas de 100 años, donde cada un centenar de mujeres hay 29 hombres”.

El Dr. Félix Nallim contó algunos detalles con los cuáles se manejan los gerontólogos para definir las edades de interés geriátrico. “Entre los 45 y 60 años es la edad del primer envejecimiento, también la llamamos edad crítica o de cambios. Entre los 60 y 75 años es la vejez gradual, a quienes denominamos viejos jóvenes, entre los 75 a 85 años es la vejez declarada. Entre los 85 y 99 años son los grandes viejos y de 100 años y más los centenarios. Cuando hablamos de la categoría viejos jóvenes, son quienes han entrado hace poco tiempo a ser pasivos, jubilados, y en realidad, son los viejos que salen, se divierten, viajan; mientras que los grandes viejos, después de  los 85 años, es generalmente cuando comienzan los grandes achaques y empiezan a aparecer las enfermedades más severas.  Hay cuatro edades; por un lado, la cronológica que es la que determina la vejez. Entre dos individuos que tengan la misma edad calendario no se dan las mismas condiciones físicas. La edad cronológica tiene el valor social o legal; es una edad administrativa, la edad del almanaque. Luego aparece la edad biológica; un concepto fisiológico. El envejecimiento es asincrónico, tanto a nivel celular, orgánico, psicológico y social. Éste es heterogéneo; nadie envejece igual, ni siquiera nuestros mismos órganos o células envejecen al mismo tiempo. En tercer lugar tenemos la edad psicológica, la evolución y la maduración psíquica que podrían determinar, también, diferencias entre individuos de la misma edad cronológica. Por último, la edad social, es aquella que construimos a través de la constitución de la familia, lazos laborales, afectivos. De estas cuatro edades, la menos importante es la edad cronológica, y es justamente con la que se maneja el mundo; es decir, a los 65 años te estoy jubilando, no importa en qué condiciones pueda esa persona encontrarse. Si tuviese, como profesional, que elegir una edad puntual, sería la fisiológica y psicológica, que es aquella que interiormente, siento que tengo”.

Los médicos especializados en la tercera edad, han advertido un cambio en el comportamiento social de los adultos mayores que claramente va acompañado de la edad que estos sienten tener. “Los viejos del siglo XXI no sólo juegan al dominó y bailan tango; también usan Facebook y se comunican con sus nietos por Skype” dice el geriatra.

Un aspecto interesante, ya relacionado con la pandemia tiene su origen en los conceptos que se manejan, desde el comienzo de la emergencia sanitaria en todo el mundo.

“La mayoría de los casos reportados de Covid-19 indican que, mayormente, son los jóvenes trasmisores del virus.  Los principales generadores de contagio, aparecen en la franja de edades entre los 20 y 59 años; sin embargo, casi el 70 por ciento de las muertes, se producen en personas mayores de 60 años. Es como si este virus tuviera una predilección para matar sexagenarios y mayores de esa edad. La pandemia impacta de manera más importante sobre los viejos. La tasa de mortalidad se enmarca entre el 15 al 20 por ciento, en los mayores de 80 años, y desde los primeros casos que se dieron en el mundo se ha dicho que la pandemia es un problema de los adultos mayores. Esto ha promovido una separación entre los viejos y jóvenes, lo cual ha empoderado, de alguna manera a estos últimos, para pensar que ellos no tendrán problema si se enferman. Se ha dicho hasta el cansancio que lo más importante para combatir la propagación del  virus, es separar a la gente vieja de la gente joven, y que la combinación más letal es cuando el abuelo abraza al nieto. El problema es que detrás de esto, está la idea de que “los viejos ya vivieron su vida”; es tiempo que den un paso atrás. Esto se debe porque a la vejez se la equipara con vulnerabilidad, dependencia y contribución limitada. Considerar a los viejos como el principal grupo de riesgo ha llevado a que muchos jóvenes se sientan invencibles y que piensen que esta enfermedad no es de ellos. Esto ha llevado a que en algunos países, la juventud haya desafiado al virus con las denominadas Corona Party o fiestas clandestinas”.

Entretanto, la pandemia dejó al descubierto lo que en términos clínicos, denominada “Ageism” o “viejismo”; una práctica social compleja, dirigida a devaluar, consciente o inconscientemente, el status social de las personas a causa de su vejez. Son creencias, normas y valores que justifican la discriminación de las personas por esta razón, cuyas consecuencias son comparables a los prejuicios contra color de piel, orientación sexual o religión, o contra las mujeres en función de su sexo.

“La pandemia ha revelado los arraigados prejuicios, viejistas y sexistas de la cultura actual en todo el mundo; en cuyo centro se lesiona el respeto a la dignidad, la autonomía y capacidades para la concreción y toma de decisiones que le debemos a las personas mayores, dando lugar a dos actitudes ambivalentes; la cultura del desprecio y del descarte. O bien la de la sobreprotección exagerada, el paternalismo absurdo que los infantilizan y silencian. Recordemos al principio de la cuarentena, cuando, fuese obligatoria o no, se mandataba o recomendaba a las personas mayores de 60 años a no salir de la casa, ni recibir visitas. Eso fue una actitud, tremendamente discriminatoria. Entre las más destacadas de las actitudes “viejistas”, ubicamos el término de ‘abuelo’ o de ‘abuelito’. Acá también tenemos una tremenda situación, sobre todo con los comunicadores sociales. Ser abuelo, es un rol que nos da la sociedad cuando tenemos un nieto; pero podemos no tenerlo, y la mayoría de los abuelos, son jóvenes. Otra de las tantas frases que escuchamos a diario es de la ‘población de riesgo’, lo cual, aunque sea cierto, no habilita a asociar vejez con enfermedad, porque no son sinónimos. Uno puede ser un viejo sano o enfermo, como puede ser un joven sano o enfermo” señala el médico.

Otro de los términos que se emplea dentro de la gerontología es el ‘edadismo’; la discriminación por edad. Esta hace referencia a todos los comportamientos inadecuados y prejuiciosos hacia las personas vinculadas a su edad avanzada; paternalismo, la infantilización, “cuando nos gusta hablarle a los viejos como si fueran niñitos, con diminutivos tontos, o la marginación cuando no los aceptamos, o la invisibilización cuando, estando alrededor nuestro los ignoramos totalmente. Hay otros ejemplos claros de los cuales, muchos viejos son víctimas, como las estafas en los bancos o comercios. Lo peor es lo que dijo en su momento la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde cuando indicó ‘Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global, tenemos que hacer algo, y ya’.  Pero si bien su enunciado resultó violento, prácticamente lo mismo, se dice, con otras palabras, por parte de Gobernantes que refieren a las dificultades para hacer frente a solvencia en cajas jubilatorias por la gran cantidad de pasivos en relación a los activos que aportan” recuerda el Dr Nallim.

Hay dos tipos de edadismo; el personal y el institucional que son las leyes que ponen a la gente mayor desempleada, y en una situación clara de vulnerabilidad.

“Las personas somos seres sociales, vivimos en grupos y dependemos los unos de los otros. Si la enfermedad es la pérdida libertad y ahora, la cuarentena, también lo es,  para los viejos; por lo tanto, cuarentena es igual a enfermedad. En esta cuarentena hemos transformado a las casas de los ancianos en cárceles sin rejas, de la que no pueden salir sin temor a morir.  Una sociedad saludable, integra a sus generaciones que conviven y se ayudan mutuamente. Las personas de edad, tiene los mismos derechos a la vida y a la salud que todos los demás. No tratemos a los viejos como si fuesen invisibles o minusválidas. La Constitución establece, como uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho, el principio de igualdad, en consecuencia, desde un punto de vista jurídico se reconoce la igualdad de todas las personas ante la ley; pero hace falta además que se produzcan cambios sociales y estructurales que hagan de ese principio constitucional una igualdad real y efectiva. Por eso los gerontólogos insistimos en que no hay una vejez o un envejecimiento, sino vejeces diferentes; sin duda es distinta la manera de vivir de cada persona, tanto en las manifestaciones, como en las vivencias por motivos, internos y externos. Debemos saber, que llegar a la vejez implica que ese individuo sobrevivió múltiples riesgos y factores por lo que, debería ser un orgullo ser viejo. Siempre respondo, ante una pregunta recurrente; comenzamos a envejecer cuando dejamos de aprender o perdemos la capacidad de adaptación. Un viejo tiene todas las edades, por lo tanto, menos pastillas y más zapatillas, la vejez es el presente de algunos y el futuro de todos”, concluyó el geriatra.