Nuestra columna es un bostezo a la hiperactividad informativa, un espacio de acercamiento al arte a través de propuestas semanales que inviten al lector a conectar con la amplitud y reflexión creativa.
Seguinos @movimientoinfradecadente
Inmaterial
Escritora: Carolina Bernachea @carolinabernachea
Ese día la habitación se llenó de ruidos e incomprensión. En el techo rebotaban los pasos acelerados y las campanillas en el choque de objetos metálicos punzantes, sin ninguna melodía musical.
Bajé de mi cama y, a pesar del gélido frio que brillaba en los vidrios, mis pies descalzos caminaron con calma hasta el baño. Pasé la puerta hacia el estrecho final del pasillo rectangular, una ventana con divisiones se engalanaba con un paisaje montañoso vasto, profundo e inmóvil, intervenido por trayectos cortos del vuelo de diminutas aves zigzagueantes.
Me acerqué tanto que mi nariz atravesó el cristal, sintiendo la temperatura exterior. Me volví ante la extrañeza y me toqué el rostro con una mano mientras con la otra traspasaba la ventana inmaterial, arrastrando mi cuerpo que de pronto estaba flotando como parte de ese cuadro de belleza cautivante y tentadora. El estadio duró solo un instante pues al siguiente una fuerza succionadora me absorbió por un túnel de acero frío, corriendo el vértigo en mi interior mientras caía o subía profundamente, no puedo saberlo.
Las sensaciones se mezclaban como en una licuadora, mientras mis pantalones se friccionaban sobre las paredes, quemándome la piel y el miedo. El último tramo se fundió con la caída libre final, y ya nada fue comprensible ni comparable con alguna otra historia que hubiera escuchado. Mi cuerpo salió a través de un tamiz que dividió todo en pequeñas partículas que continuaron dividiéndose exponencialmente, una y otra vez, hasta cobrar vida por sí mismas.
La transpiración de mi mano no podía mantener su unión, mis piernas flotaban y solo podía verlas porque conservaban cierto color blanco que aún se mantenía cerca. Pero… ¿podía realmente verlas?
Entonces desapareció el peso específico, las formas geométricas, la angustia, la saciedad de las frutas, la abrumadora capa de pensamientos, los latidos de la pasión, la incertidumbre de la primera cita, mi primera maestra, los lápices de pintar y la voz de mi madre. Como un Big Bang de mi interior, yo quería taparme los ojos encandilados y abrazarme el corazón, pero no tenía manos, ni voluntad, ni fuerza…
Las conversaciones se volvieron códigos ilegibles que interactuaban perdidos sin dirección y simulaban al unísono el canto de los pájaros, una vibración constante que terminaba desapareciendo o acostumbrando.
Todo era parte de todo y las asociaciones eran tan libres cuanto inimaginables, verdes ocres, densidades húmedas, temperaturas grises o azares líquidos. La velocidad no tenía lugar y el sentir era tan integrado que cualquier intención hacia lo externo se volvía interno. Como volar inmóvil.


“Venite, y vemos cómo mover el clavo del cual cuelga todo el universo”
Santiago Alexandre @Santiago_alexandre26
Recomendado de la semana
Libro & Cine
Romina Shmidt @thegirlwhocriedwolf17
Las ventajas de ser invisible, Stephen Chbosky (1999)
Un joven solitario y diferente intenta encajar y encontrar su propio camino en su nueva preparatoria de una forma muy única: a través de cartas dirigidas a un presunto amigo, quien resulta ser el lector. Con esta ingeniosa manera de integrarnos a la historia, Charlie, el narrador y personaje principal, nos lleva por momentos de su adolescencia, a veces algo crudos y desgarradores, pero narrados de una forma casi ingenua, en un año que se presenta con grandes complicaciones en su formación. Con sus magníficas frases se revelan hechos muy importantes para Charlie, haciéndonos comprenderlo a través de un pasillo de recuerdos: “Creo que somos lo que somos por muchas razones y tal vez nunca sabremos la mayoría de ellas. Pero incluso si no tenemos el poder de elegir de dónde venimos todavía podemos elegir hacia dónde vamos desde allá. Todavía podemos hacer cosas. Y podemos intentar sentirnos bien acerca de ellas”.
A su vez, es igualmente recomendada la película basada en el libro, estrenada en 2012, dirigida y adaptada por el mismísimo autor; siendo un factor clave para la perfecta adaptación, con un final mucho más esperanzador.