“Todos saben que la pasta base es un veneno y hay gente que la consume” dijo el Daniel Radío
En sintonía con lo que sucede en otros países del mundo, Uruguay parece haberse resignado a no poder contar con un equipo de publicistas que logre dar en la tecla con campañas de prevención en materia de drogas.
Tiempo atrás, en el Reino Unido se elaboró un documento al respecto, que fue difundido por el Consejo Asesor sobre el Abuso de Drogas.
En este sentido, se indicaba que «Con respecto a la prevención en centros educativos, el suministro de información por sí sola (‘educación en materia de drogas’) no fue considerada una estrategia efectiva.»
Dentro del contexto de la educación pública, el documento encontró que «Las campañas independientes en los medios de comunicación masivos para el uso de drogas ilegales fueron consideradas, en el mejor de los casos, como ineficaces, y en el peor, asociados con un mayor uso o consumo de drogas.»
Medir el impacto real de las campañas educativas y mediáticas contra las drogas parece ser algo que está lejos de ser una ciencia exacta, debido a la dificultad en determinar qué es lo que impulsa a las personas a tomar decisiones.
El documento agregaba que “sólo hay que examinar los ridículos, condescendientes, y en algunos casos, ofensivos ejemplos desplegados a lo largo de los años para ver que nunca lograrían sus objetivos de prevenir y reducir los niveles de uso”.
Para sus conclusiones, entienden que “las campañas en los medios, tienden a tergiversar la realidad del uso o consumo de drogas, subestimando al público al punto que la gente simplemente hace caso omiso del mensaje. En la década de los 70s, por ejemplo, un anuncio americano sobre los riesgos de fumar marihuana mencionó ridículamente un repentino deseo de llevar gafas de sol en la noche, entre los efectos secundarios de fumar marihuana” provocando el efecto inverso al esperado, dado que fue foco de burla por parte de la sociedad en su conjunto.
Otra de las campañas publicitarias que resultó un rotundo fracaso, se produjo tras los ataques terroristas del once de setiembre de 2001 en los Estados Unidos. En aquella ocasión, la Oficina Nacional de Políticas de Control de Drogas de la Casa Blanca lanzó una campaña en los medios para combatir el uso de drogas, donde se vinculaba el uso recreativo de drogas al apoyo a terroristas. En uno de estos anuncios, una niña (muerta) acusaba a una mujer de financiar su muerte mediante la compra de drogas ilegales, porque «el dinero del narcotráfico apoya cosas terribles». La controversial y multimillonaria campaña fue eventualmente sacada del aire y considerada ineficaz en prevenir que los espectadores consuman drogas.
México también ha malogrado en sus políticas de prevención. En 2019, una campaña, dada a conocer de manera paulatina, intentaba mostrar a los jóvenes que el camino de las drogas conduce inevitablemente al sufrimiento y la destrucción. Sin duda es prioritario evitar que los menores de edad consuman alcohol, tabaco o cualquier otra droga; sin embargo, la estrategia supone que todo consumo de sustancias es problemático y catastrófico. Por lo tanto, en la lógica del Gobierno, debe ser atendido, castigado y suprimido. De esta manera, la campaña para evitar las adicciones entendió el consumo de las drogas como un tema moral, dejando de lado el enfoque de salud pública.
En Uruguay, en el presente período de Gobierno, las autoridades de la Junta Nacional de Drogas, elaboraron un plan de estrategias, que indica, entre otras cosas que “para hacernos cargo de lo acuciante de la problemática, y sin perjuicio de las modificaciones en los énfasis para la determinación y el logro de los objetivos, debíamos asumir el desafío de prolongar algunas trayectorias que se han venido desarrollando, procurando maximizar su eficiencia, asumiendo nuevos desafíos y corrigiendo o directamente descartando aquellas líneas de acción que implicaran una inversión de recursos que no guardara proporción con el impacto o con la magnitud de cumplimiento de los objetivos propuestos”.
El documento agrega que “una revisión retrospectiva pone en evidencia que nuestro país ha sido consecuente en el abordaje de la compleja problemática asociada al uso de drogas desde una mirada integral, que siempre ha puesto a la persona –su bienestar, su salud y su libertad– como fundamento último del quehacer institucional”.
Pese a que las autoridades dicen entender que “cuando los usos de sustancias son problemáticos, generalmente, acaban afectando la salud de las personas y constituyen una patología y por lo tanto, esto necesariamente supone el involucramiento del Sistema Nacional Integrado de Salud”, no se definido un plan nacional al cual recurrir por parte de familiares de adictos, que recurrentemente han solicitado al Gobierno políticas concretas de rehabilitación que incluyan la internación compulsiva, en el entendido que existe un gran número de casos severos, donde los involucrados no se encuentran en condiciones de discernir y resolver sobre su voluntad de ingresar a un programa de rehabilitación.
En su reciente visita al Departamento de Treinta y Tres, el Secretario Nacional de la Junta Nacional de Drogas, Daniel Radío, se refirió al involucramiento de todas las puertas de acceso a la salud, indicando que el primer nivel deberá jugar un rol protagónico y en este sentido, hizo referencia a la red de policlínicas municipales que pasarán a desempeñar un papel preponderante en la asistencia a los adictos.
Sin embargo, las interrogantes se mantienen del mismo modo, dado que el jerarca no especificó el desarrollo que llevará el plan que se pretende impulsar y en el cual, las campañas de prevención no estaría entre las prioridades.
“A veces hay mucha demanda de la población, sobre si se realizarán campañas de prevención, y sí, si bien las campañas hay que hacerlas, mucho más importante que esto, es que tratemos de resolver otras cuestiones. El uso problemático de drogas, en general, es el emergente de vulnerabilidades previas, y entonces, mucho más importante que pararse en la prevención, es pararse en la promoción de hábitos de vida saludable; y eso tiene mucho que ver con el entorno y el contexto en el que uno vive. A veces vivimos en sociedades generadoras de infelicidades, y en eso tenemos que trabajar” señaló Radío.
El jerarca destacó que el embellecimiento de las ciudades en las que se vive, y la atención a preocupaciones sociales son pilares fundamentales para generar un entorno que favorezca un desarrollo de vida más saludable.