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Rodó y el periodismo

Archivo: Diario El Este – Ejemplar marzo 1998

Escribe Rosalío A. Pereyra 

Hechos recientes han venido a conjugarse felizmente en el recuerdo y en la exaltación de Rodó como hombre de prensa; la consagración de la fecha de su natalicio (15 de julio) como “Dia del Periodista”, y el homenaje de la Escuela “Elbio Fernández” en cuyas aulas el Maestro de Juventudes hiciera sus primeras en el periodismo.  

La actividad periodística que Rodó debió alternar con otras poderosas solicitudes de su vocación, fue, acaso, el comienzo y el fin de su vigorosa actividad literaria. 

A los diez años de edad, publico, en forma manuscrita, su primer periódico, denominado “El Plata”, treinta y cinco años más tarde, la muerte le sorprende en Europa en misión corresponsal de la revista argentina “Caras y Caretas”. 

Entre ambas fechas e intermitentemente, Rodó unió su nombre, como Director, redactor o colaborador, a múltiples publicaciones.  

A este ejercicio directo del periodismo, corresponde agregar, para su gloria, un verdadero magisterio, contenido en su ensayo sobre el periódico: “El Iniciador”; o en su artículo “Como debe ser un diario”; o en su magistral discurso de inaugural del Circulo de la Prensa, al cual Rodó presidió en el momento de su fundación.  

En primer término, Rodó concibe a periodismo como ejercicio imprescindible de todo escritor que pretenda escapar a la atracción marginadora de la “Torre de Marfil”. 

“Ser escritor, y no haber sido, en tierra como la nuestra, ni aun accidentalmente periodista, significaría” dice, “una parte de egoísmo”. No concibe, en el momento de la gesta de la organización social y política de las nacientes republicas rioplatenses, la prescindencia del escritor; y, reclama además, la más decidida militancia del periodista:  

“Las peculiares condiciones de una cultura naciente”, expresa, “y apenas diferenciadas en funciones de especial aplicación han hecho que el carácter de nuestra intelectualidad se personifique hasta hoy con el periodista; especie de improvisador enciclopédico; dispuesto como el teólogo de los tiempos a enterarse u juzgar todas las cosas”. 

Cuando a su turno, le toque señalar “Como ha de ser un diario”; tras el elogio, de la función educativa y rectora que ejerce la prensa cuando merece el nombre de tal, Rodó resume, con certera visión, los males, los defectos o vicios, en que puede caer el diario cuando cede a los reclamos de la extensión, olvidando las exigencias de la calidad. 

Censura, así, toda aquella información proclive a la “delectación amorosa” mediante el detalle literal o fotográfico de los aspectos miserables del vicio, el crimen, o el suicidio, es decir, todo aquello sensacionalista sí, pero igualmente desmoralizador o repugnante.  

Como el escritor, el periodista es, para Rodó, obrero del pensamiento, y como tal merece la consideración y el goce reservado a aquellos que trabajan y producen, cualquiera sea, el telar en que tejen su labor. 

5 de agosto de 1975.