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¡Salú, Pablo! - Diario El Este

¡Salú, Pablo!

No fuimos amigos con Pablo. No en el sentido de compartir momentos, salidas y charlas íntimas. No llegamos a desarrollar nunca esa relación de cofradía espiritual que se da en las relaciones más profundas y reales de amistad.

Pero sin lugar a dudas nos unía un cariño mutuo, construido en horas y horas de militancia compartida, ya fuera en sesiones de la Mesa Política, reuniones de comité, barriadas en campaña, actos políticos, o charlas improvisadas en medio de un viaje, entre mate y mate.

No sé si a Pablo lo apasionaba la política. Supongo que sí, porque en definitiva nadie dedica veintitantos años de su vida a una actividad que le resulte tediosa, agobiante, rutinaria. Tampoco se llega a los lugares que él llegó (director político de la Intendencia, Presidente de la Mesa Política del FA) ni se asumen responsabilidades de candidaturas, si no se tiene un mínimo de pasión.

Tengo la duda porque Pablo estaba lejísimos del arquetipo de político tribunero. De esos dioses de la retórica, que semejan pastores evangélicos sobre el escenario y con el micrófono en mano, pareciendo que entran en trance al comenzar a hablar buscando enfervorizar al público.

Él no buscaba enardecer, sino convencer. De hecho, raras veces elevaba el tono de voz. Lo cual no quiere decir que no le hirviera la sangre. Pero no necesitaba gritar, ni parecer un exaltado, para dar sus opiniones y ser firme. La firmeza estaba en la rotundidad de sus razonamientos, que no pocas veces llevaban al replanteo y cuestionarse los propios.

Sin lugar a dudas no era un líder carismático, entendiendo como tal a un líder de masas. Sus características personales: serenidad, tranquilidad, racionalidad, y tolerancia, no suelen ser atributos de los liderazgos carismáticos, por lo general mucho más asentados en la emoción y el sentimiento. De hecho, no le gustaba demasiado figurar. Era cultor del perfil bajo.

Por eso mismo es que brillaba en los mano a mano, en las reuniones pequeñas, de entrecasa. Ahí tenía carisma para regalar, precisamente porque en esos encuentros, tipo tertulias, le permitían destacar con sus pensamientos claros y sencillos, por la calidez en el trato personal, por su forma práctica de explicar sus ideas y la realidad. Así era como convencía, y, ¿por qué no, también?, seducía.

Esta semblanza es forzosamente breve e incompleta. Sólo cubre un aspecto del hombre que fue Pablo: lo que fue como dirigente político. Pero fue muchas más cosas: padre, esposo, pareja, hijo, hermano, profesor, amigo, etc. Y por lo que sé, y por lo que pude apreciar esta mañana, en todos sus roles fue un tipo bueno, bonachón, querible. En los tiempos que corren, no sólo no es poca cosa, sino que merece destacarse.

Hoy, 18 de julio de 2022 falleció Pablo Barrios. Tenía 54 años. Podrá no haber sido el político más popular, pero tuvo el raro carisma de hacerse querer y sembrarse un poco en el alma de quienes lo conocimos y compartimos algún rato con él, y eso, en definitiva, es una forma de volverse inmortal.