Por Clr. Pablo N. Bincovich
Counselor y Docente ECP
Incontables son los pasos que me trajeron hasta acá. Me duelen los pies, quizá no debí haberme descalzado. Una mezcla entre nostalgia y alegría de que el pueblo tuviera el suelo de tierra, era una idea romántica que me sedujo.
El poder de asombro lo había dejado allá por la niñez, o… eso pensaba. Algo me llama, reclama mis sentidos, mi viaje, mis vidas. Definitivamente me atrajo. Siempre me sentí muy bien entre los contrastes, fusionar sabores, aromas… pero esto no sé cómo manejarlo.
En mis auriculares un funk rabioso me incita a caminar y moverme con una actitud que no concuerda. Me los saco, molestan. Todo en mí quiere contemplar, en silencio, en el más absoluto de los silencios. ¿Quién soy? Para mí, y para los demás…
¿Cuántas veces soportamos hacernos esta pregunta? Mirándonos fijo al espejo del baño, tratando de entrar y sacar verdades por la retina, hasta que el pitido de la pava nos arrastra de nuevo al día que comienza… y simplemente seguimos no siendo nosotros.
El crecimiento personal depende de la manera en que se percibe la vida, si nos esforzamos en realizar todo aquello que es necesario para alcanzar nuestro yo ideal, en teoría habremos alcanzado nuestra autorrealización máxima. Pero es sólo en la teoría, porque esto pasa, cuando hay congruencia entre lo que soy, lo que siento que soy y lo que me gustaría ser. A veces menospreciamos al yo real, cuando somos muy críticos con nosotros mismos, cuando nos comparamos con otros, cuando no nos tenemos paciencia. Entonces el yo real se esconde, y el yo ideal comienza a ser nuestra máscara cada vez más permanente.
Esa diferencia entre el yo real y el yo ideal, marca el sentimiento de seguridad. Cuanta mayor diferencia haya, más insegura se puede sentir la persona. Acá es en donde aparece la tendencia a la actualización del yo, para resignificar mi percepción y las experiencias que me llevaron a tener esa distorsión perceptual. Entonces… la autorrealización se puede lograr mediante la congruencia que existe entre el yo ideal y el yo real; teniendo en cuenta también, que dicha escisión posiblemente venga acompañándonos desde hace unos cuantos años. Desde que nacemos, adentro nuestro sucede un proceso creativo muy grande.
Nuestro interior y el mundo que nos rodea se están re-creando en constante complementación. Este diálogo creativo en algún momento se ve interrumpido o mejor dicho, dejamos de prestarle atención, “porque nos hacemos grandes”, “por las responsabilidades de la adultez”, “por lo que se espera de mí”. Hay un principio Taoísta, Wu Wei, que constituye la esencia de la práctica del Tai Chi Chuan.
Se lo pinta como un círculo y debe ser trazado sin corregirlo, pues… es el espíritu quien se está expresando y co-creando. Literalmente fue traducido como “hacer sin hacer”. No es una postura pasiva, indica una actitud de apertura sensible al fluir de los acontecimientos. Practicar este principio implica no forzar, sino más bien, confiar. En relación a esto, Carl Rogers habló de la Tendencia Actualizante.
Literalmente nos dice que: “todo organismo tiene la tendencia innata a desarrollar todas sus potencialidades para conservarlo o mejorarlo. Es el desarrollo en el sentido de la autonomía y en sentido opuesto al de la heteronomía -o control ejercido por fuerzas externas.” (Carl Rogers, 1985). Ésta es la base en la que se asienta el Enfoque Centrado en la Persona. La tendencia actualizante siempre nos hará mover. A veces más rápido, a veces más lento. Depende de nosotros.
La experiencia de lo que vamos viviendo nos puede enriquecer, nos puede ayudar a crecer, pero también puede ser duro y difícil de ver. No solamente porque sugiere hacerse cargo, sino también porque puede ser difícil verlo como una oportunidad. Lo maravilloso es que cada persona lo lleva adentro. Cada persona es experta en sí misma. “Las energías integradoras del alma harán su sabio trabajo al tener la oportunidad.” (Daniel Taroppio, 2005).
Estos momentos a solas, con mi cabeza, contra mis pensamientos y mis fantasmas me asustan. Nunca los quise escuchar, pero al mismo tiempo tengo miedo… terror de que sean una inseparable parte mía. Hace tiempo que lo niego, ya no me gusta. Pero, al mismo tiempo… gracias a eso llegué hasta acá. Soy… eso?… o este? ¿O soy las dos cosas? Cuando pienso en vos no puedo impedir que mis ojos se vuelvan lágrimas. ¿Hice todo esto para protegerte? Lo haría de vuelta de ser necesario, tal vez de otra manera, pero nada te pasaría.
Ahora necesito de nuevo de vos, de tu simpleza, de tu alegría, y de tu asombro. Aquel pibito que se acostaba en la espada de su abuelo y le tomaba el agua fresca del cacharro de la cocina. Sigo siendo vos. Siempre fuiste yo. Dejemos en este instante esa distancia. Somos diferentes momentos de la misma vida, aportemos nuestras vivencias y caguémonos un rato de risa de ellas… “recordarte es un hermoso lugar”, con las patas en la tierra, acariciándome el alma, respirando… profundo.
6 comentarios en “Wholam”
La utopía existe como realidad en el presente. Lo que imaginamos de bueno que puede ser ya está sucediendo porque estamos vivos. A celebrar!
Me quedé pensando en el recorrer de nuestro camino individual, si bien es nuestro, lo vamos construyendo en resonancia con personas que hoy incluso pueden ya no estar en este plano. Es como si fuésemos construyendo un telar en el cual dejamos impresas nuestras conexiones con gente del presente o del pasado. Y nuestros recuerdos funcionan como una vibración sutil sobre una parte de la seda del telar, provocada por cualquier persona que haya pasado por nuestras vidas. Gracias por detonar pensamientos. Hermoso artículo.
Cuando más andamos el camino ma borroso se vuelve el inicio… Pero está bueno, mientras seguimos andando, ir mirando hacia atrás, de vez en en cuando…
Despertarse, abrazarse, aceptarse, fluir
Siempre estamos con nuestro camino andado, solo tenemos que reconocernos. Hermoso aprendizaje y reflexión.
Ahí estamos todos… sólo podemos animarnos a ver